La noche del pecador

Como cada día la vi pasar, se movía como una brisa. Llevaba un velo de color azul con reflejos morados que al mismo tiempo que ocultaba todo su cuerpo lo recortaba con fiereza contra el horizonte.
Ella estaba casada con un carpintero, pero era un tipo más bien tirando a tonto, o al menos eso me parecía a mí. Decían las malas lenguas que era impotente y que jamás la había tocado, aunque yo no me lo creía, una mujer con semejantes curvas podría levantársela a un muerto.
Es posible que después de lo que ahora os voy a explicar penséis que soy un pervertido, pero si la hubierais visto, lo entenderíais.
Solo tuve que colarme por la ventana y poner unas gotas de esa pócima en el ánfora del agua un rato antes de la cena, después no tendría mas que esperar unas horas y…
Según el brujo que me la vendió, una vez dormida ya no despertaría en toda la noche, y si lo hacía lo haría en medio de una alucinación, de tal manera que cualquiera que fuera la realidad que se encontrara se le acontecería un sueño.
Hacia las doce, cuando ya hacía rato que reinaba el silencio, me escurrí por la ventana de su dormitorio. Encendí un par de velas y como un espectro ella apareció de la nada dibujando en las sabanas su excitante figura. Al principio iba con miedo, no confiaba al cien por cien en el brujo, pero en seguida me solté.
La sangre fluía tan veloz por mi cuerpo que ahogaba cualquier tipo de cautela. Retire las sabanas de su cuerpo dejando que estas se arrastraran plácidamente por sus suculentas formas, lo hice muy despacio pues quería saborear como un regalo cada centímetro de su piel. Allí quedo, desnuda, hermosa, dormida, con sus piernas abiertas, llamándome al pecado.
Le acaricie los muslos, subí mis manos por sus ingles, camine por su vientre, escalé sus pechos, y la besé en los labios. Con suavidad le di la vuelta y la puse con el culo hacia arriba, le doble la pierna derecha, le abrí un poquito la izquierda, le ladeé el rostro, le situé los brazos, la dibujé como tantas veces la había soñado. Me retire unos metros y la contemplé… Era perfecta.
Me acerque y empecé a besarle el culo, los muslos, y luego el coño, me sorprendió pues estaba muy húmedo. No esperé más, no podía arriesgarme ya que no sabía exactamente cuanto duraría el efecto de la pócima, así que la penetré.
Me asusté, ella pareció despertar, pero yo no podía parar— que me sucede dios, que me está sucediendo, dímelo, por favor, dímelo,— yo no sabía que contestarle, así que le dije— no pasa nada, disfruta, deja a Dios hacer su trabajo.— Sí, ya se, una respuesta muy ordinaria, pero que queréis en esos momento uno no está para retóricas. A todo esto ella solo contestó con gemidos y bajo esos gemidos yo… eyaculé.
Ella todavía se convulsionaba por el placer en una especie de semivigilia, cuando me di cuenta de que en la sabana quedaba una pequeña mancha de sangre. Miré al tonto de su marido que yacía a escasos metros y me reí. Era cierto. Ella, era virgen.
Enseguida se quedó dormida, si es que alguna vez se había despertado, y con un poco de agua me dediqué a limpiar la mancha para luego salir pitando de allí.
Probablemente será esa la noche que recordaré antes de morir. Aunque por los sucesos posteriores tuve muchos remordimientos de conciencia, pero que le vamos a hacer, nunca he sido una buena persona.
Resulta que la dejé embarazada, y a María no se le ocurrió nada mejor para explicar su misterioso embarazo que echarle la culpa a dios, a saber lo que recordaba por la mañana de esa noche turbulenta. Y claro, el único que se lo creyó todo fue el tonto de José, su marido.
En esos tiempos por Galilea la gente gastaba unas mentes muy cuadradas y eso de ponerle atributos sexuales al supremo no les hizo mucha gracia, así que por la presión popular se vieron obligados a abandonar Nazaret. Me llegaron rumores de que acabaron malviviendo como indigentes en Belén, donde María tuvo a su hijo, y que más tarde emigraron a Egipto.
Después de eso ya jamás supe nada de ellos. A menudo en las noches de soledad pienso en ese hijo mío que camina por el mundo. ¿Qué será de su vida? ¿Se habrá creído esa tontería de que es hijo de Dios? Porque una cosa así marca la vida de cualquiera… ¿o no?

Vicens Jordana





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