Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato

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…Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato le dijo Ciudad a Farola. ¿Y qué consiguieron con eso? Hoy son más. ¿más qué? Más, contestó Ciudad, sonriendo. Más es lo que debes contarme, Ciudad. Quiero saber cómo, y porqué Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato y sobre todo que sucedió después. La historia no es larga y tú deberías conocerla. ¿Yo? Sí tú, porque pasó aquí, entre mis adoquines, una madrugada en la que como siempre tú hacías brillar el sudor del amanecer. El amanecer no suda, a eso se le llama rocío. Que poco sabes Farola, las Ciudades, al menos las que vivimos cerca del mar, siempre sudamos al amanecer y aunque sé que pese a tu escepticismo poético tu adoras el color rancio de las esquinas a esa hora y que arrancarle un destello a ese vapor que camina sombrío por las calles te hace sentir poderosa deberías prestar más atención a otras cosas, que aunque no son un alimento tan lucrativo para tu ego sí pueden saciar tu alma. Oh, vaya, ya lo estás volviendo a hacer, Prohibido Aparcar tenía razón cuando decía “Ciudad siempre está enseñando.” Sí, quizás, pero sólo a los que quieren aprender, por cierto ¿qué se ha hecho de Prohibido Aparcar? Los chichi chichiuaua le trasladaron, pintaron el suelo de un azul eléctrico horrible y con el azul llegó ese estirado de Parquímetro. Me dio pena que se llevaran a Prohibido Aparcar, era huraño y gruñón, pero ya me había acostumbrado a él, en cambio no soporto la altanería de Parquímetro ni sus chistes condescendientes. Sí, conozco a su familia, todos son iguales, siempre viven cerca de donde pintan las calles de azul. Les gustará ese color feo y metálico, digo yo. Es posible, a mí tampoco me gusta mucho, pero al paso que van pintando las calles de ese azul eléctrico al final ése va resultar ser mi color. No te preocupes Ciudad, como tantas otras cosas feas que han hecho los chichi chichiuaua al final aprenderemos a no mirarlo. Hay que ver Ciudad como te enrollas, me estabas explicando la historia de cuando Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato. Perdona Farola ya sabes que mi alma se tuerce sobre sí misma y a veces me cuesta encontrarle la punta. Una Sardina, Dos Sardinas y Tres Sardinas eran tres hermanas que llegaron aquí, como tantos otros, a través del mar, y de quién sabe donde. Sobre que era lo que buscaban en mis entrañas… como tantos otros que llegan a ellas no lo sé. Y lo cierto es que no sé si ellos lo saben, seguramente salen de sus casas en busca de un horizonte más cercano o más abarcable al menos, pero el viaje es tan largo y duro que dudo que cuando llegan aquí recuerden para que salieron, además entre mis calles no se ve ningún horizonte que les pueda hacer memoria. Cuando Una Sardina, Dos Sardinas y Tres Sardinas llegaron a mí estaban igual de despistadas y perdidas que tantos otros que lo hicieron, desde lejos, alguna vez. No conocían el lenguaje y todos le parecíais monstruos grises, todos le dabais miedo. Deambularon por mis calles sin rumbo en busca de uno, sin demasiado éxito, hasta que llegaron a esta esquina. Se alojaron con Container. ¿No es cierto, Container? … déjale Ciudad, ya sabes que es tímido y que nunca dice nada. Sí, pero me gusta molestarle, se rió Ciudad. Además él sabe que lo hago por jugar. Sí Ciudad, pero debes ir con cuidado con tus juegos, eres grande y poderosa y lo que para ti sólo es una gracia pasajera podría despedazar los corazones de muchos sin que tú ni siquiera te enteraras. Lo sé, Farola, pero son ellos, los que en mí habitan, los que deben cuidarse de mis juegos. Ya sabes que mis caminos están abiertos, que las almas son libres y que cuando no lo son, no soy yo quien les ha puesto las cadenas sino ellos. Esta soy yo y como el niño, en mis juegos no puedo cuidar de las hormigas o las flores que morirán bajo mis risas. Que se cuiden ellos porque yo no puedo, yo sólo puedo ser yo, Ciudad. No te lo tomes mal, sólo he pensado que a veces una humilde Farola también te podría enseñar algo a ti. No, no me lo he tomado mal, pero es cierto lo que te he dicho, nunca somos sólo nosotros las únicas víctimas de nuestra idiosincrasia, pero no era esto lo que te estaba contando, sino de cuando Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato. Cierto, estabas en cuando las tres hermanas conocieron a Container. Sí, así es, bajo las sombras que tú fabricas muchas historias se cruzan y chocan como las historias de las tres hermanas que una noche se cruzaron con la de Un Gato. ¿Y Un Gato no come sardinas? Muchos hacían otras cosas antes de venir a mis calles y muchos son también los que las olvidan, supongo que Un Gato también olvidaría su apetito sardinezco apabullado por mis luces y mis sombras. Suele suceder, y en este caso afortunadamente, sino no tendría una historia que contarte esta noche. Va, tu siempre tienes una historia que contar. Ciudad sonrió y continuó, en un principio la necesidad les hizo amigos. Un Gato venía del campo y ya llevaba más tiempo aquí. Conocía los recovecos y los atajos, sabía como sobrevivir. Driblaba ya con bastante éxito entre los pasos de los chichi chichiuaua, pero aunque él tampoco recordaba porque había venido si sabía que no era sólo para sobrevivir, era para algo más, un sueño seguramente ¿pero cuál? Ahora cada vez que intentaba recordarlo sólo le salía un hueco fresco a la sombra de un olivo y un párpado medio abierto. Sólo medio mundo, pero el suficiente para ver un pajarito picotear alegremente el suelo. El párpado se cierra, el mundo desaparece, hoy le perdonará la vida, prefiere dejarse acariciar por la brisa. Pero cuando despertaba siempre estaba en un Container tumbado junto a Una Sardina, Dos Sardinas y Tres Sardinas. Y aunque el sueño le gustaba siempre estaba seguro de que ese no fue el que le llevó a mí. La soledad de Un Gato y la necesidad de las tres hermanas hizo que aunaran esfuerzos para encontrar los cuatro su pequeña quimera. Ya que no adivinas cual acabó siendo su quimera. Los chichi chichiuaua. Claro, como tantos que llegaron quedaron cautivados por sus luces sus colores y su rápido caminar. Como moscas luminosas se mueven de un lado a otro, veloces, sin casi detenerse, siempre laboriosos. Casi que puedo comprender porqué todos los que llegan quedan cautivados por ellos. ¿y qué hicieron? En un principio intentaron imitarles, pero no podían. Se pasaban el día criticándoles, Un Gato y Dos Sardinas eran los más mordaces de los cuatro, fabricaban chistes y se daban la réplica sin parar, que si los chichi chichiuaua esto, que si los chichi chichiuaua lo otro, pero luego se pasaban el día intentando descubrir cómo lo hacían para correr tanto y ser tan relucientes. Estaba claro que entre tanta risa subyacía el anhelo de ser ellos un día un chichi chichiuaua. Pero ellos no eran chichi chichiuaua no habían nacido chichi chichiuaua ellos sólo eran Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato. Ya lo tengo dijo exaltada Una Sardina una mañana, que es lo que tienes dijo Un Gato, los zapatos dijo ella, son los zapatos, ellos llevan zapatos y nosotros no. Un Gato fue el primero en encaramarse a la tapa de Container, él era el más ágil, pero enseguida Una Sardina, Dos Sardinas y Tres Sardinas estuvieron con él, y allí con felicidad constataron que Una Sardina tenía razón, todos llevaban zapatos. Ya lo tenían, ya sabían lo que querían. ¿Y cómo lo hicieron para conseguir unos zapatos? He aquí el problema en el que ellos no habían caído, para Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato no es nada fácil encontrar la manera de meterse en un zapato. Pero al final lo consiguieron ¿no? Porque de eso va esta historia, ¿verdad? Dijo Farola. Sí, claro, pero no me seas impaciente que ya llega. Fue muy desconsolador para ellos descubrir lo difícil que resulta conseguir un zapato si no eres un chichi chichiuaua. ¿Y cómo lo consiguieron? Al final todo se lo debieron a Container. ¿A Container? Sí, a él. Una madrugada, más o menos a esta hora despertó a Un Gato y le dijo: Un Gato, eh, Un Gato, despierta a las tres hermanas e ir a mirar fuera. ¿Me estás diciendo que Container habló? Sí claro, en realidad sólo fue un susurro al oído, por eso le habló a Un Gato para asegurarse que le escuchaban. Tienes que pensar que fue mucho tiempo el que pasaron juntos, él los quería. Los dos miraron a Container que pareció retraerse todavía más en las sombras, una gota se formó en su piel de plástico verde y resbaló por ella. Está llorando, ¿o es el rocío? Dijo Farola medio riendo. Ahora eres tú la que está siendo cruel. Farola bajó la luz, pero en seguida volvió a subirla al escuchar como Ciudad reemprendía su historia. Los cuatro salieron a toda prisa y allí estaba un viejo, roído y cochambroso zapato, pero que en esos momentos les pareció el rey de los zapatos. Mientras lo miraban maravillados se planteó un nuevo problema, el zapato era muy pequeño para los cuatro. Cierto que Un Gato era más bien pequeño, por no llamarle enano, y que las tres hermanas incluso juntas no abultaban mucho, pero el hueco en el zapato era pequeño incluso para ellos. En un principio pensaron en echarlo a suertes, pero nadie quería dejar a nadie en el camino y menos a estas alturas. La decisión fue dura, pero la tomaron, iban a abrir el zapato y así cabrían todos. Hay que reconocer que fue una decisión arriesgada, podía ser que el zapato abierto ya no funcionara. ¿Y funcionó? Dijo Farola ansiosa. Sí, funcionó. Y así fue como Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato. ¿Y qué sucedió luego? Pues que iba a suceder, que salieron volando a surcar mis calles, mis parques y mis avenidas. ¿Entonces lo del zapato funcionó? Bueno…, para unos sí y para otros no. Explícame eso, Ciudad. Los zapatos hacen volar a los chichi chichiuaua y a la velocidad que vuelan rompen la luz y esta explota en mil chispas de colores, tú ya los has visto. Pero eso tiene trampa. La luz es sólo luz, no es sólida, no hay nada debajo, y además es muy efímera, siempre se diluye en cuanto llegas a ella. Desde los zapatos no la puedes tocar. No, Ciudad, yo lo he visto, la luz y los chichi chichiuaua van juntos. No es cierto. Sí que lo parece porque a la velocidad que van desde fuera se juntan, pero la luz siempre explota por delante del zapato. Cuando el chichi chichiuaua llega la luz ya se a disuelto, y no sólo eso no son los chichi chichiuaua los que manejan los zapatos, en realidad son los zapatos los que llevan a los chichi chichiuaua a donde quieren, sólo que siempre hacen que la decisión parezca del chichi chichiuaua. ¿Entonces al final Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato no encontraron lo que buscaban? Sí, sí que lo encontraron. No lo entiendo, Ciudad. En un principio para los cuatro todo fue maravilloso, corrían de un lado para otro entre chispas y risas. En esos días si les hubieras preguntado te habrían dicho que yo era de mil colores. ¿Y de qué color eres realmente, Ciudad?. La Ciudad rió, yo, Farola, no tengo más color que el del alma que me mire, por eso para ellos, yo, esos días de felicidad era hecha de arco iris. Pero esos tiempos pasaron y con pequeñas sospechas primero y con certezas después, tanto Un Gato como Dos Sardinas se dieron cuenta del engaño. Intentaron convencer a Una Sardina y a Tres Sardinas, pero no pudieron, se agarraron con fuerza a su quimera incluso me da la sensación a veces de que vi un atisbo de alegría en sus ojos el día que Un Gato y Dos Sardinas se bajaron del zapato. Ellos fueron mas inteligentes ¿no? Apuntó Farola. No le achaques a la inteligencia más merito del que tiene en esta vida, esta sólo es una herramienta, puede servir para encontrar la verdad o para auto engañarse mejor, si quieres echarle la culpa a alguna cualidad de esa decisión yo miraría más hacia la valentía. Entonces, Ciudad, si su viaje fue un fracaso porqué me has dicho al principio de esta historia que ellos ahora son más. ¿Porqué dices que su viaje fue un fracaso? Una Sardina y Tres Sardinas encontraron una mentira a la que agarrarse, Dos Sardinas se enamoró de Tenedor y montaron un restaurante en una isla lejana y Un Gato seguramente está bajo su olivo perdonándole la vida a algún pajarito. Pero incluso si aceptara el hecho de que fracasaron sólo lo haría porque en su inicio quizás erraron el objetivo, pero desde mi perspectiva, y te lo digo yo que la tengo muy ancha, el objetivo es irrelevante porque al final lo que importa es el viaje, y éste con victoria o con fracaso, tanto da, siempre te hace más. ¿Pero más qué? Más, Farola, lo que sea, pero siempre más. Farola se quedó pensativa y después de unos segundos de silencio dijo…, ¿Esta historia es muy común, verdad? Farola… la historia de cómo Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato siempre se repite y siempre se repetirá.

Vicens Jordana

Publicado en: Jordana, V. (2005). …Una Sardina, Dos Sardinas, Tres Sardinas y Un Gato encontraron la manera de meterse en un zapato. ENZERmz, baRCelOna Pez de plata enseRdina (12), 37-40.

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